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SUEÑOS DE CREAR LA VIDA DEL CIELO EN LA TIERRA

Adriana Valadez Woessner

PERDÍ EL INSTRUCTIVO


El día que me casé además de hacerlo por la vía legal, lo hice por la iglesia Católica en la Catedral de Mazatlán, Sinaloa.


Toda mi vida crecí creyendo en Dios sin realmente conocerlo, hablaba con él, le daba gracias, pedía por mi familia, iba a misa los domingos, fui a misiones en dos ocasiones y estudie en colegios católicos; sentí su abrazo cuando en Torreón las cosas estaban difíciles por la disputa entre carteles y afuera de la que era mi casa hubo una balacera que duró un par de horas, un abrazo que aún no puedo explicar, más se que lo sentí; sin embargo mi vida siempre la hice de acuerdo a las instrucciones del mundo, de la sociedad o de mis amigos, en donde el comportamiento determina si eres cool, ñoño o aburrido; a mi me tocó el apodo de “Lalo”, me decían lalo-ca, porque siempre fui diferente a los demás, mis ideas siempre estaban fuera de rango, mi forma de sentir o entregarme era diferente, mis emociones eran exageradas” mucha pasión, mucho amor, mucho drama; sí, dramática era la palabra que más usaban para describirme, pero fuera de escribir un montón de confesiones de lo que fue mi infancia y adolescencia o que esto parezca una carta de desahogo; trato de encontrar el momento en el que deje a Dios fuera de mi vida y decidí escuchar otras voces en lugar de prestar atención para escuchar su voz.


Un montón de preguntas llegan a mi mente, porque se que no soy la única que vivió así, incluso hay millones viviendo así actualmente, “ con los instructivos de la sociedad”


En realidad no encuentro el momento exacto en que me deje llevar, en el que deje de escuchar la palabra de Dios en las misas que iba cada domingo, en las clases de catecismo, lo que yo misma enseñaba en misiones; no sé en qué momento me hice sorda e indiferente.


Casarme por la iglesia se convirtió más en el hecho de “lograr lo que toda mujer de mi edad debería lograr” era una palomita más a haber cumplido uno de los requisitos de ser mujer.


Ciertamente me case muy enamorada, muy ilusionada, pero hacerlo por la iglesia lo hacía como aprobación, de mis papas, de la sociedad, de mi familia política; no por la convicción de que Dios había pensado el matrimonio desde el inicio para ser un reflejo de él, que quienes con sólo mirarnos pudieran conocerle a Él a través de nosotros, que Dios había pensado el matrimonio para complementarnos y hacernos uno sólo y que Él tenía ya lista y a nuestra disposición la forma de hacer que el matrimonio funcionará, obviamente sólo si dejábamos que Él fuera parte siguiendo sus instrucciones.


Pero la realidad fue otra, al salir de la iglesia, dejamos a Dios en el altar, sus promesas, su palabra, sus mandatos, se quedaron ahí ese día.


Que sociedad tan curiosa de los que somos creyentes que nos desvivimos por lograr el éxito en todo lo que nos planteamos, en nuestras relaciones, nuestra profesión, nuestra vida, nuestro matrimonio, nuestra paternidad y dejamos de lado a quién nos inventó.


Nos da flojera leer el instructivo de las cosas nuevas que compramos y ahí estamos creyéndonos más inteligentes que su inventor tratando de armar y hacer funcionar una nueva máquina con cientos de piececitas que son muy parecidas y que aunque vengan cada una con letras y códigos no podemos hacer encajar, y aunque si, es verdad, podríamos hacerlo sin el instructivo sin embargo nos llevaría muchísimo tiempo más, traería dolores de cabeza y fastidio; no leemos el instructivo porque nos da flojera, las letras a veces son pequeñas, a veces no entendemos lo que el inventor nos quiso decir y tenemos que releer y preferimos andar inventando o reinventando en lugar de esmerarnos en leer y comprender lo que ya está escrito.


Pero se que los que si son gustosos de leer los instructivos, terminan haciendo las cosas bien, en menor tiempo y lo terminan de buen humor, lo disfrutan mucho más y les queda perfectamente armado.


Así es la vida con Dios, él es nuestro creador, y desde que nacemos tenemos a nuestro alcance “el instructivo” para tener una vida plena, de gozo, exitosa, con propósito, de abundancia, de PAZ, pero nos da flojera leerlo y queremos hacer las cosas a nuestra manera.


Tal vez nunca de con el momento exacto en el que deje de prestar atención al “INSTRUCTIVO” sólo se que fue hasta después de haberme casado que varias piezas ya no encajaban y tuve que regresar a leer, comprender y estudiar ese instructivo, que serviría no sólo para reconstruir mi matrimonio, si no mi vida entera.


Si estás leyendo esto, quiere decir que perfectamente puedes ir y tomar “EL INSTRUCTIVO” y empezarlo a leer para desarmar y volver a armar esa maquinita tan IMPRESIONANTE que Dios creó, para que funcione tal cual el propósito para el que fue creada, para que las piezas encajen correctamente, para que distingas todas las funciones que trae incluidas, las herramientas que han sido puestas y que jamás se han usado.


Tu eliges entre leer el instructivo del inventor o inventar tus instrucciones sobre el diseño de alguien más.


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Gracias por leerme

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